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Excursión a la 9na región - Clávala y aguántala
Historias de truchas grandes, lugares inhóspitos, y estrategias para pescarlas, venía escuchando hace poco más de un año, y ya no aguantaba las ganas de enfrentarme a esas situaciones que un amigo me relataba casi semanalmente. Finalmente me di el tiempo y coordiné con él la fecha para ir al río, una expedición nerviosa/ansiosa junto a nuestro amigo David, mientras que los relatos de pesca y anécdotas varias acortaban el viaje, además de los lupinos silvestres florecidos, montañas verdes y ríos iban también abriéndose paso en la geografía que adornaba el camino.







Habían pasado 3 horas desde que vimos la última casa, el lugar era realmente lejano y oculto, pericia al volante y un buen 4x4 fueron fundamentales, sumado al conocimiento del lugar, ya que para llegar al río no hay caminos. Una vez instalados ahí nos equipamos, miramos unas moscas y la pauta de atar tippet 3x: “¡ninfas grandes con harta pata de goma!”, y otras instrucciones de cómo acercarse al río para no espantar las truchas. Luego, nos dirigimos al  río y cuando nos manteníamos bajo y tapados con algunos arboles, escuchamos a Eduardo que dice en voz baja, “¡Ahí! ¡Truchón!”. Era una marrón colorada en medio del pozón, cercana a una cama de algas. No estaba comiendo… hice un movimiento en falso, levanté la caña y la trucha desapareció veloz hacia lo más oscuro del pozón, así me di cuenta del tamaño de éstas y lo asustadizas que son.

La luz del sol nos pegaba de frente y nos dificultaba ver las truchas, Eduardo nos dijo que el primer día sería difícil y que por lo tanto tomarle la mano al río y a éstas nos llevaría al menos un día, lo suficiente para poder enfrentarlas de una manera aceptable. Al continuar, divisamos un poco más abajo que habían dos marrones enormes en un run lento. El primer intento fue corto, y el segundo aunque bien posicionado, no tomaba la mosca. “Estamos muy arriba”, nos dijo Eduardo, así que aplicamos tungsteno en pasta al leader y ¡Pum! ¡Mosca a pique! Luego, el tercer intento fue mal presentado y la trucha se esfumó. El río a veces entrega una pesca difícil, muy poco espacio para castear y las truchas parece que lo supieran y para hacerlo más difícil aún, se ubican en los lugares más cubiertos.

Luego de algunos intentos fallidos y después de haber perdido la luz necesaria para pescar a la vista, caminamos río arriba y empezamos a pescar con mosca seca a ciegas, sin embargo, pudimos observar tomadas de truchas que se alimentaban. Eduardo capturó la primera trucha del viaje luego de un violento pique de una marrón de alrededor de 1.5 kilos, pero lamentablemente no tengo fotos de la trucha porque se liberó antes de llegar al lugar de los hechos. De vuelta río abajo, vi dos tomadas en un mismo lugar, y me posicioné de forma de poder llegar al lugar: era un lanzamiento largo con poco espacio, pero al primer intento llegué, la mosca derivó un metro y la trucha la atacó, clava, pelea, y mi primera trucha del viaje había caído, una arcoíris cercana a los 2 kilos.

Como era demasiado oscuro tampoco hay fotos de ella, así que decidimos armar campamento y reponernos del viaje y del día frustrante, pasar en limpio y sacar conclusiones ayudados por los consejos del conocedor de este místico springcreek sureño, tirón de orejas por parte del guía: temas como el largo del leader, cantidad de splitshots y tungsteno en pasta, posiciones de estos en el leader, moscas, y las presentaciones, que debido a las condiciones del río, son preferentemente roll cast de 6 a 8 metros en promedio. Finalmente y una vez tocados todos los puntos claves de la pesca, nos fuimos a dormir.

Al despertar, se pudo evidenciar nuevamente el lugar privilegiado en el cual nos encontrábamos: bosques vírgenes, y un frío de aquellos, propio de la cordillera y de la altura a la que nos encontrábamos, más un desayuno para cargarse de energías mientras revisábamos los planes para el día. Eduardo nos dijo que encontraríamos truchones alimentándose y los veríamos moverse por comida. Nos vestimos, chequeamos el equipo y caminamos rumbo al río más o menos una hora para llegar al sector elegido, al cual era imposible acceder en vehículo. En el camino el sol nos azotaba y los tábanos se festinaban, ya estábamos ansiosos por ver esos pepinos alimentándose a metros de nosotros.

Comenzamos a buscar truchas, y ¡bingo! , una fario grande se movía por un canalón de algas, David sería el primero, él iría por ella, pero antes…analicemos, ninfa de stonefly #8 color oliva con patas de goma café, tippet 3x, ¿tan grueso? Así es, truchas fuertes y lo más importante, muchos palos y algas, así que hay que aguantar esas máquinas, 10 pies (no muy largo) ya que había que hacer un roll cast de aproximadamente 10 metros con una dificultad de un splitshot mediano, bajar a fondo era lo necesario, esa trucha estaba a lo menos 1.5 metros abajo, casi pegada al fondo, pero… ¿por qué no castear largo y esperar a que la mosca baje lo suficiente?, la respuesta: si las truchas te ven la línea, ¡cagaste!, desaparecen, por lo tanto, era necesario un roll preciso, cruzado, que la trucha no vea ni a la línea y sin que el leader pase sobre ella, bajar rápido, bien rápido, al primer intento, la mosca no bajaba lo suficiente, otro splitshot, lo que agregaba un nivel más de dificultad, segundo intento, el roll sale defectuoso y chao, no hay trucha, a otro spot, río arriba, una pareja de arcoíris comiendo, se movían y abrían sus bocas, estaban enérgicamente comiendo, pero no había cómo enfrentarlas por lo tanto solo podíamos mirarlas, seguimos caminando río arriba, llegamos a un pozón, nos acercamos lento, en la cola del éste, junto a unos palos, había una fario de tamaño respetable, hablemos de algo así como de 2 kilos.

David al agua, decide rodearla y presentarla del frente para poder sacarla de los palos, la misma receta, primer casteo, mosca al agua…pero cayó corto, segundo, cae bien, esperamos la deriva… la trucha ve la línea y adiós… empezábamos a frustrarnos, se veía muy difícil la cosa, luego un poco más arriba en medio del pozón Eduardo ve una trucha enorme, mucho más grande que la anterior y comiendo, a media agua, así que me acerqué en punta y codo con la cámara en mano para las fotos de rigor y dispuesto a entrar en acción, y le cedimos la iniciativa a Eduardo ya que el estaba en mejor ubicación: detrás de un árbol seco, primer intento y nada, segundo y tampoco, tercero y menos, otro splitshot y nada, la mosca pasaba a la altura adecuada pero la trucha no se movía a tomarla, cambio de mosca, presentación solo con el leader y medio metro de línea, solo casteando con el peso de los splitshots, que hay que saber manejarlos en una caña #3, y…¡clava clava! En esto el trabajo en equipo es crucial, el que pesca, el fotógrafo y el que “canta el pique”, 100% trabajo en equipo. Empieza la pelea, un salto, luego otro, y chao trucha…era enorme, una marrón colorada preciosa.



Cuando ya nos estábamos lamentando, de repente nos dimos cuenta que llegaron al pozón alrededor de 6 a 8 truchas más que se peleaban por la mejor posición del pozón, así que esperamos unos minutos para ver cual era la elegida: una arcoíris se veía en el otro extremo del pozón, voraz, y muy activa. Mosca al agua y trucha a la mosca, ¡CLAVA!, pelea, una corrida pozón abajo, corrida pozón arriba, salto… y chao de nuevo. Esa trucha si que era gigante, quedamos boquiabiertos, nos sentamos un rato para analizar la situación, esperamos a que el pozón se calmara unos minutos y ver si las truchas volvían al lugar, hasta que poco a poco lo hicieron, esta vez habían 3 truchas rotándose en el pozón, nuevamente detrás del árbol, esperamos a ver como se movían, las estudiamos unos minutos y decidimos atacar: mosca al agua, deriva muerta, buena profundidad y atentos, la trucha se voltea a seguir la mosca pero se arrepiente (la paciencia es primordial), al tercer intento al fin se convenció y atacó, cantamos la tomada y …¡CLAVALA, CLAVALA!!!...era una hermosa marrón que luchaba en la punta del leader. Tras tres minutos de pelea y con la ayuda del trabajo en equipo, pudimos sacarla a una orilla, lanzamos unos cuantos gritos de euforia y tomé unas fotos rápidas para poder ponerla de nuevo en el agua.



La emoción era enorme, nos abrazamos y festejábamos al pescador, nos sentamos en un tronco a comentar la captura mientras revisábamos las fotos y nos comíamos un chocolate: el ambiente y la emoción que se siente al atrapar truchas tan difíciles como estas es intensa, el trabajo en equipo es fundamental para el éxito en un río como este. Después, volvimos a mirar el pozón desde un escondite entre unos arbustos, y nuevamente se divisaban dos truchas alimentándose, al parecer el lugar tenía una gran rotación de truchas, todas tamaño trofeo, pero ahora era mi turno. Decido dejar la cámara de lado, tomo la caña, le ato la mosca mágica, y efectúo dos lances fallidos debido a lo descompensado que se realiza un cast con semejante peso y con tan poca línea afuera, aferrado al árbol, solo asomando la cabeza y la caña por un lado, lanzo la mosca, deriva libre por un metro y ¡tomada!...¡ahí está! Salto…salto…salto…mosca volando de vuelta, una fario de unos 2 kilos se había librado de mi: ahora si las truchas se arrancaron a la mierda, fue tanta la adrenalina liberada luego de haber asechado a la trucha, haberla visto tomar la mosca y haber peleado escasos segundos con un trofeo, que quedé un tantito tiritón. Enseguida vinieron las palabras de aliento por parte de mis compañeros “Ya vendrá otra trucha, vamos a buscarla y yo te la canto”, dijo Eduardo.

Cruzamos el río a una ribera más descubierta, en un mar de árboles secos sumergidos atravesados en el cauce, y 10 metros más arriba del aquel mágico recodo había una marrón de proporciones descomunales, algo así como de unos 3 kilos al ojímetro. Nos acercamos agachados lentamente, pero el panorama era difícil, ya que estaba delante de un tronco cruzado, con otro tronco a 2 metros a su izquierda, a medio metro de la orilla y con otro tronco mas a 2 metros delante de ella.

La clave era pincharla y aguantarla cortita, para que otro compañero corriera con el chinguillo a sacarla, bajé la puntera de la caña para sacar línea sin hacer escándalo pero el solo movimiento de la puntera advirtió al truchón y rajó a la cresta entre los palos, después algunos metros más arriba la misma historia, un movimiento mal hecho y se pierde otra oportunidad de pique, mis amigos ya querían golpearme, pero el año que pasé sin pesca parecía pesar. Decidimos caminar río arriba y buscar lugares más cómodos para la pesca, íbamos en eso cuando vimos en medio del río, en un pequeño canalón, un grupo de cinco truchas, se veía una arcoíris grande y una marrón grande, el resto solo truchas chicas, de medio kilo nada más.

Cambio la mosca, le quito peso, me posiciono y me doy el espacio y la paciencia para hacer un cast de 18 metros entre ramas y árboles secos, en tanto mis amigos desde una posición más cómoda y en una sombra para no ser visibles a la trucha me cantaban la situación. El primer lance cayó bien, la trucha atacó la mosca pero no la tomó con decisión, así que decidimos dejar pasar la clavada. Segundo lance, bien posicionado, mosca a media agua y David con Eduardo me gritan “¡clava! ¡Ahora!”: una clavada suave pero firme, ¡había pelea señores!, un salto precioso y una corrida río arriba, otra corrida río abajo y ¡corten, corten, corten! Corte de tippet, un tippet 3x aguanta algo así como 3 kilos, entonces calculen. Después de todo esto volví a tomar la cámara.

Río abajo, se veían dos preciosas arcoíris acompañándose en su festín de insectos, había que decidir cual de las dos atacar, por suerte o mala suerte tal vez, una de ellas se fue río abajo, y la otra decidió quedarse frente a nosotros pero en el extremo opuesto, en un canalón lejano. Mandamos a Eduardo al frente de guerra con una dificultad extrema, dos splitshots y una dosis de tungsteno en el leader, todo esto debía volar unos 12 metros con un solo rollcast, y para esto había que soltar línea y sacarla río abajo, lograr posicionar la línea de frente gracias a correcciones sucesivas para así lograr sacar ese difícil roll. Fueron muchos los intentos y la trucha no parecía estar interesada en la mosca, probamos con varias diferentes, y con variaciones de peso por medio del posicionamiento de los splitshots.

Eduardo ya con la mano suelta, lograba presentar la mosca con sutil gracia y de un solo intento, pero luego de la caída de la mosca había que corregir enérgicamente ya que la línea cruzaba el río completo. Con una linda deriva libre, y la mosca a la profundidad adecuada, la trucha se tentó, ¡pum!...clavada…pelea, saltos, gritos, corridas, foto, foto, foto, al agua, la asistencia adecuada de David y trucha en la red, abrazos y gritos de alegría entre el equipo, fotos de rigor y al agua: una preciosa arcoíris de 2.5 kilitos, unas patadas en la raja a Eduardo y lo dejamos sin pescar más, ya que la siguiente trucha sería de David. Nos pusimos a buscar truchas a la vista, y así llegamos al lugar en donde habíamos comenzado la pesca el primer día, “¡Trucha! ¡Allá hay una trucha y está comiendo weón!”, guerrero al agua y a sacar línea a puro roll cast. Además, el viento complicaba las cosas, ya que golpeaba de frente al loop de la línea.

Junto a Eduardo seguimos a la trucha moverse por todo el canalón, David como estaba agachado no la podía ver muy bien, pero ahí estaba, a 4 metros de él, y fue necesario probar 3 moscas distintas para dar con la indicada. Se movió dos veces hacia la mosca hasta que la tomó, luego de 30 minutos de dar con el clavo, seguir la trucha y poder combatir el viento, la trucha estaba prendida a la ninfa, yo en tanto, seguía la acción a través del lente. Una corrida río abajo, Eduardo con chinguillo en mano la perseguía, y ya estaba en nuestro poder: de nuevo gritos varios, una ráfaga de fotos, y al agua la trucha.













David estaba extasiado de tanta adrenalina y se le notaba en la cara, la felicidad del equipo era alta, nos felicitamos y comentamos lo difícil que fue lograr esa captura, esa trucha valía mucho más de lo que pesaba, el lograr una captura de esa manera no tiene precio alguno, es que la pesca que les cuento es impagable. Luego de descansar un rato en la sombra del calor y de los tábanos, decidimos volver a aquél pozón mágico, habían unas truchas demasiado grandes en ese pozón para no volver, fuimos a ver qué pasaba aunque sería difícil por la hora, ya eran las 2 de la tarde y el sol pegaba fuerte y no dejaba mucha sombra en el río.

Cuando llegamos al pozón no se veía nada, nada de nada, sin embargo, habíamos visto que una arcoíris se escondía en lo más hondo y refugiada bajo unas ramas, salía de tanto en tanto a tomar algún insecto, por lo que le dije a Eduardo “pásale la mosca por donde estaba a esa weona, en una de esas se tienta y sale a tomarla si es que aún está ahí”. Eduardo me dijo que tenía lo mismo en mente, así que le lanzó, al segundo lance y antes de irnos sin fe, se colgó la trucha: la lucha fue descomunal, saltos que rompían toda la tranquilidad del lugar, corridas rápidas, trataba de arrancarse a los palos y aguantarla era difícil, todos temíamos por ese 3x que parecía estaba al borde de su aguante, fue necesario que David y yo nos metiéramos al agua, David para tratar de meterla al chinguillo y yo para seguir la acción de cerca y tener las mejores fotos posibles.

En uno de los intentos por esconderse entre la algas, la trucha, cayó finalmente en la red, el nerviosismo de la pelea ya se transformaba en la ansiedad de verla y tenerla en las manos, una vez más el trabajo en equipo al 100%, solo alcancé a tomarle dos fotos y la trucha aún vigorosa se liberó de las manos de Eduardo y rajó a su escondite.

Una vez más reíamos, y una vez más le puse una patada en la raja a Eduardo por pescar más que yo, hasta ese punto había sido un medio día de pesca increíble, con truchas y situaciones de pesca fuera de lo común en un ambiente inhóspito, sin embargo y afortunadamente a tiempo, nos dimos cuenta de un problema mecánico en el 4x4, así que tuvimos que salir de ahí temprano por si es que quedásemos botados en medio de la nada no fuera de noche. El viaje de vuelta demoró el doble del viaje de ida, por suerte pudimos llegar a un poblado en el cual nos brindaron lo necesario para llegar a lo menos a la civilización, el costo de aquello fue haber perdido una tarde de pesca que parecía de ensueño lamentablemente, pero el volver a casa a pasar la navidad ya era prioridad.

Dimos así por terminado un viaje de pesca que parecía un regreso en el tiempo a unos 15 o más años atrás, aquél río nos puso a prueba y nos enseñó que día a día la pesca con mosca entrega nuevos desafíos y te demuestra que nunca pararás de aprender. Si desean vivir esta experiencia en persona, que se les recomiendo cien por ciento, contacten a Eduardo y si quieren que sea yo quien les tome fotos de tal experiencia, pueden contactarse conmigo. Un abrazo y buena pesca con devolución!

Eduardo Anguita B.
Excursiones de Pesca con Mosca Octava y Novena Región, Chile.
Planetaoutdoor@planetaoutdoor.cl


Fotografías: Pablo Cifuentes - Copyright © 2010, Todos los Derechos reservados.
Pablo Cifuentes, Fotografo.
Palecifu@hotmail.com





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