Previamente estudiada la presa y el comportamiento específico de su hábitat, me di cuenta que la pesca con mosca, era algo mas delicado y profundo que un simple y común deporte, concluí que definitivamente se trataba de un arte.
Pero mis conclusiones no acabarían acá. La experiencia no se limitaba solamente una vez que entrábamos al agua, la aventura comenzaba en el aeropuerto, cuando se reunía finalmente la comunidad “extrema” de las aguas patagónicas, algunos nos veríamos por primera vez, otros no.

Solo teníamos clara nuestra misión; conquistar las aguas de los mas extremos parajes patagónicos, con todo el arsenal correspondiente, el equipo técnico y personal de los mosqueros, el equipo de campamento, el mate y el ingrediente fundamental que marcaría la intensidad de esta aventura a lo largo de los días; el humor, la camaradería, el espíritu y la concentración vital para obtener buenas jornadas de pesca. Y es así como trazábamos una ruta itinerante, en medio de una exuberante belleza escénica característica de nuestra carretera austral, bosques con una exquisita historia no solo natural, si no que también dentro de un marco humano, una historia ambiental general de los diferentes lugares recorridos, que nos podían dar interesantes lecturas paisajísticas que sin duda serían variables a considerar para la pesca con mosca.
No podíamos olvidar ni estar ajenos a que cada lago, laguna y río que estábamos, era parte de un ecosistema mucho mayor, digno también de ser admirado, no solo por su valor escénico, si no que su estado de conservación permite ser un gran atractivo que motive la visita y la práctica de la pesca en forma responsable, que definitivamente está condicionada por nuestra conducta a conciencia y de respeto, y que de esta depende que tanto la pesca en sí como el lugar mismo que acoge nuestra llegada se mantengan de tal forma que así como nosotros lo disfrutamos otros también puedan hacerlo.


Ayuda a conservar además nuestra marca de destino de pesca en el mundo con las condiciones de naturaleza más prístina, extrema y austral. Es importante educar conciencia turística país en cada operador, outfitter, etc., que mientras operemos programas responsables, con estándares ambientales al nivel de la exigencia internacional, con ética profesional, con respeto no solo por los ambientes que albergan el ejercicio de pesca, si no que también los ambientes humanos locales que circundan, recordando que ellos están ahí mucho antes que nosotros.


Conservar aquello que configura la materia prima de todos los deportes, prácticas, turismo vinculados a la naturaleza es una tarea que depende solo de nosotros y nadie más que de nosotros.

Finalmente, queríamos celebrar no solo una buena jornada de pesca, si no que la experiencia del día completo empapado del aire patagónico, alrededor de una fogata ecológica que más que abrigar nuestras nocturnas conversaciones, tenía como fin darnos una luz simbólica que nos recuerda el comportamiento tan ancestral de las tribus de reunirse ante un elemento unificador. Un buen vino, y una excelente y rústica cena que nos repone para dormir y adelantar el despertar del sol, para comenzar una nueva y larga jornada de pesca. Y así fue como transcurrió esa semana, con toda la gama de matices metereológicos, paisajísticos, calidez humana, buena mesa, escenarios de pesca, todo configuraría a resumir una experiencia outfitter de pesca con mosca, bastante “ecléctica”, pero la frase que mejor expresaría aquello que vivimos ese verano sería algo como “el arte extremo de la pesca con mosca”.


Javiera Carreño
Estudiante de Ecoturismo.
Univesidad Andres Bello (Santiago)
Guias: L.Ramírez / C. Pedraza

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