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Chanchos en el Barro
Era comienzos de temporada, y la pesca durante esa semana en el sector de Patagonia norte había estado bien, pero algo faltaba. Las truchas que habíamos enganchado raramente superaban el kilo… Lo que faltaba eran los míticos monstruos de la Patagonia Norte para que el viaje fuera redondo. Nuestro amigo y guía Leo Ramírez, nos llevó entonces a su secreto mejor guardado, un lugar que el sabía que no nos defraudaría.

El lago presentaba orillas ideales para la pesca, llenas de vegetación y por ende de ideales refugios para las grandes marrones. Pero Leo no nos llevó a las orillas, sino que a unas curiosas “islas” que se formaban a pocos metros de nuestro lugar de campamento. “Islas” era una manera de decir, ya que esta palabra usualmente evoca idílicos parajes con hermosa vegetación, playas y un paisaje único. Nada mas alejado de estas plataformas de barro y juncos, que no se elevaban más de 20cm por sobre la superficie del agua, absolutamente planas y carentes de todo atractivo. Dos de estas islas estaban cubiertas de juncos, y la tercera, la más chica, ni siquiera juncos tenía y no pasaba de ser un barrial. Pero al llegar a ellas se notaba a simple vista la gran abundancia de sanguijuelas y pequeños scuds, lo que auguraba buena pesca.

La llegada a la primera isla de juncos fue increíble. Leo nos aconsejó que fuéramos muy sigilosos, y con gran cautela nos bajamos de los float-tubes y armamos equipos. Leo tomo una de nuestras cañas y nos dijo “Aquí se pesca así”, y acto seguido lanzó la mosca a no más de tres metros de la isla, en una de las pequeñas “bahías” que se formaban en su contorno. Recogió lentamente la zonker oliva que imitaba una sanguijuela y de las profundidades emergió una voluminosa y brillante figura que miró la mosca y se volvió indiferente a las profundidades de su hogar. No lo podíamos creer. “Este tipo tiene a esa trucha amaestrada”, dijimos. “Debe ser la única que hay en toda la isla”. Pero no, no era la única. Ese día la pesca fue increíble. Cada bahía escondía un truchón. Algunos no se interesaron por nuestras moscas, otros hicieron amagos pero no picaron, y varios picaron y fueron fotografiados y devueltos, dejando atrás amplias sonrisas en nosotros, quienes no podíamos creer esta especie de pesca milagrosa.









Recorrimos todo el perímetro de la primera isla de juncos, para luego hacer lo propio con la segunda. El plato de fondo que nos tenía reservado Leo era la isla de barro. Ésta carecía de las pequeñas bahías que albergaban a las marrones gigantes en las islas de juncos, pero en cambio tenía todo un borde cortado a pique, donde supuestamente residían los chanchos más grandes del sector.

Leo estaba a mi lado y me dijo que el pique iba a ser cuando la mosca llegara a la orilla. Primer lanzamiento: unos 5-7 metros más allá del undercut, recogida con tirones cortos, la mosca llega a la orilla y se queda pegada en el barro. De un fuerte tirón salió y volví a tirar, corriéndome un metro hacia el lado para ir cubriendo todo el borde. Misma historia, 5-7 metros, recogida, la mosca llegando a la orilla y de nuevo la siento pegada. Ya empezada a maldecir la famosa isla de barro cuando al tirar un poco para soltar la mosca, el agua se alborota y sale disparado un truchón con mi mosca. Aun recuerdo claramente esa trucha, era un verdadero chancho en el barro, gorda, robusta, hasta su color era más oscuro que lo habitual, como si se revolcara en ese barro lleno de alimento. Fue inolvidable.



Al día siguiente la pesca se repitió, incluso mejoró. Las dos islas de juncos nos prodigaron innumerables piques, muchos de los cuales terminaron en sendas fotografías con estas magníficas truchas isleñas. Y la isla de barro nos despidió con un doblete sencillamente increíble. Así acababa nuestra semana de pesca, con un broche de oro que difícilmente podría haber sido mejor.



Ciertamente estas islas ofrecen una pesca no tradicional. Los puristas que sólo usan mosca seca y líder 6x seguramente encontrarían esto una barbaridad. Pero para aquellos de nosotros que buscamos una buena pesca y estamos dispuestos a buscar a las grandes truchas ahí donde estén, no duden en pedirle a Leo que los lleve a conocer sus islas. Los chanchos en el barro no los defraudarán.


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