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Cómo ve la trucha
"Conos y bastones son las células sensibles a la luz que cubren la retina. Los conos perciben los colores con luz diurna; los bastones en cambio permiten la visión a muy bajos niveles de luz, pero la adaptación de diurna a nocturna tarda algunos minutos; es por eso que la trucha deja de comer por un rato al anochecer, hasta que sus ojos se adaptan a ver con los bastones en lugar de los conos..".





Desde hace tiempo se ha instalado, entre los pescadores, una polémica que aún no ha sido aclarada satisfactoriamente. La de si una trucha ve los colores como nosotros y tiene una vista excepcional o... si todo esto es sólo un mito que ellos mismos crearon para resaltar, aún más, las cualidades del pez que respetan y admiran por su combatividad y astucia.

En realidad, toda esta historia comienza porque recorren el espacio unas ondas muy especiales, llamadas simplemente luz, que los objetos reflejan, y por que además casi todos los seres vivos -que comparten ese espacio- poseen un órgano que la capta, el ojo. La luz nos permite apreciar la silueta, el movimiento, los colores y todos los detalles de las cosas sobre las que incide y los ojos enfocan. Pero además el hecho de que dos ojos puedan enfocarse simultáneamente hacia un mismo objeto (visión binocular) nos revela la forma, perspectiva, profundidad y distancia al -y entre- los objetos que lo rodean.

Todo esto es posible gracias al procesamiento, llevado a cabo por el cerebro, de la información que le envían los ojos y que da por resultado una visión tridimensional de las cosas. Por esa razón es que los animales "predadores" tienen los ojos ubicados delante de la cabeza, para distinguir mejor la presa que persiguen.

Si sólo se puede enfocar un ojo (visión monocular), las mismas cosas se verán en forma plana, como en una foto. Esto les ocurre a las "presas" que por tener los ojos de costado y levemente hacia adelante, sacrifican parte de la visión binocular a cambio de controlar un amplio campo visual. Lo que, justamente, les permite distinguir de dónde viene el peligro sin tener que girar la cabeza.

El ojo de la trucha se asemeja al humano. Tiene en la parte de adelante una córnea que lo recubre y protege y una lente (Cristalino) para dirigir la luz hacia la retina que tapiza la parte interior del globo ocular y es la materia fotosensible del ojo. Un iris que le permite regular la entrada de luz y finalmente el nervio óptico que envía los mensajes al cerebro, Pero sólo hasta aquí llegan las semejanzas, ya que cada uno de esos elementos ha sufrido la adaptación necesaria al medio y a la función simultánea de predador y presa, que es privativa del pez. Por ejemplo, su cristalino es esférico en lugar de ser casi plano como el nuestro, lo cual da por resultado una visión monocular de unos 300° alrededor de su cabeza. Es casi como decir que la trucha tiene "ojos en la nuca", si no fuera por una zona ciega de 30° que nos permite acercarnos cuidadosamente, desde atrás, sin temor a espantarla.

Para poder ver de cerca tiene que aumentarse el poder del cristalino (magnificación); el hombre lo hace cambiando su forma -por medio de los músculos del ojo- hasta que enfoca correctamente; en cambio la trucha no necesita cambiar su forma. Para enfocar sólo debe moverlo hacia atrás o hacia adelante. Esa lente es tan poderosa que cuando la trucha escudriña los objetos distantes todo lo que se encuentra a más de dos metros estará en foco.

Conos y bastones son las células sensibles a la luz que cubren la retina. Los conos perciben los colores con luz diurna; los bastones en cambio permiten la visión a muy bajos niveles de luz, pero la adaptación de diurna a nocturna tarda algunos minutos; es por eso que la trucha deja de comer por un rato al anochecer, hasta que sus ojos se adaptan a ver con los bastones en lugar de los conos. A diferencia del ojo humano que tiene gran concentración de conos en el área central de la retina justamente detrás de la lente y ve muy bien hacia adelante.

La trucha tiene los conos concentrados en un anillo periférico de su retina y aunque en menor número, le permiten ver perfectamente bien hacia adelante, hacia arriba, hacia abajo y hacia atrás "simultáneamente". Esta característica de los peces se ve favorecida por la ubicación semilateral de sus ojos en la cabeza, y como una contrapartida a la ventaja de controlar tan amplio campo visual, el pez dispone de poca agudeza para distinguir con nitidez pequeños objetos que desfilen frente a uno de sus ojos, al revés, si se quiere, de nosotros los humanos.

La visión binocular, se produce donde se cruza la visión de sus dos ojos, y es precisamente hacia adelante y hacia arriba donde se logra este efecto y donde la trucha disfruta de la mayor agudeza visual . Al respecto, científicos alemanes, después de laboriosos ensayos lograron demostrar que la agudeza visual de la trucha es 14 veces menor que la del ojo humano, lo que le permite distinguir detalles pero no con tanta claridad. Este hecho en cierto modo también justifica la tendencia que existe de atar las moscas en una forma sugestiva más que imitativa. Desde su posición horizontal, la trucha, no puede ver lo que está directamente debajo de ella . Para enfocar con los dos ojos el fondo del río debe ponerse "cola para arriba". La concentración de conos -ya que conos y bastones hay en toda la retina- es la que nos permite ver con más definición el objeto que enfocamos.

Como la trucha tiene menor número de estos elementos por milímetro cuadrado que nosotros ve las cosas pequeñas con menos claridad (más borrosas) como si fuera miope. Necesita entonces acercarse hasta unos siete centímetros para ver, con la mayor discriminación, los detalles de lo que está por llevarse a la boca.

En aguas muy claras y tranquilas hemos visto más de una vez que cuando la trucha estaba por tomar la mosca -y nosotros en el pico de la descarga de adrenalina con el brazo tenso para no errar la "clavada"- aquella pegó media vuelta y se fue por donde vino dejándonos anhelantes.

Es que precisamente a esa distancia los detalles que observó no terminaron de convencerla de que era algo comestible. Para explicar de un modo práctico, el tema de cómo ven las truchas a las moscas que le presentamos y al mismo tiempo el mundo exterior que las rodea, habrá que dividirlo en dos partes cuyos títulos son tan antiguos como la misma pesca con mosca: Mosca Mojada (dentro del agua) y Mosca Seca (fuera del agua), o bien digamos que se trata de diferenciar el acto en que la trucha está enfocando su vista hacia un objeto situado en su mismo medio (agua) o en uno distinto (aire). Esta división no es antojadiza sino que obedece al conocido hecho físico que establece que si la luz proviene del mismo medio en que nos encontramos, está regida por la ley óptica de la reflexión y si proviene de un medio distinto es la refracción la que gobierna, afectando de un modo diferente lo que la trucha vé de las cosas que sus ojos enfocan.









MOSCA MOJADA (dentro del Agua).-

La trucha, en su medio y según hacia dónde dirige su vista, ve pasar los objetos -que la corriente trae o que se mueven por sí solos- sobre "telones" de distintas tonos o colores. Del contraste que exista entre ambos dependerá el interés que despierte en el pez. Además, la trucha "oye" por su linea lateral (serie de poros con terminaciones nerviosas) que se extiende a ambos lados del cuerpo prácticamente de cabeza a cola y que le permite percibir hasta la más sutil vibración. Los peces entonces reaccionan al movimiento. Las cosas estáticas no les llama la atención a menos que sean atraídos por su olor. Pero las moscas sólo tienen el olor del viejo armario donde esperaron un año para ser usadas, nada que podamos calificar de muy atractivo para un pez. Resumiendo, podemos decir que reaccionan al movimiento de dos maneras: por el "oído" (vibraciones) o por la vista (contraste), y es precisamente esta última, la percepción visual, la que las decide a abandonar su puesto de acecho para perseguir a aquello que luzca como comestible. Si la trucha está mirando directamente hacia adelante verá las cosas que desfilan a la altura de sus ojos contra un telón oscuro, formado por la superposición de capas de agua que reflejan el azul del cielo o el verde de las plantas.

En cambio si está mirando el lecho del río las verá pasar contra un telón amarronado, producto del calidoscopio de colores que emiten las piedras del fondo. Por último si está mirando hacia arriba -a excepción de la "ventana" que definiremos más adelante- verá a las moscas desplazarse contra una superficie espejada. En la que hasta se refleja el fondo cuando hay mucha luz y que los pescadores designan como "espejo". El contraste que ofrezca la mosca frente a las diversas tonalidades que adoptan esos telones afecta directamente su visibilidad.
Esta última, en realidad, depende de múltiples factores como la existencia de luz solar (nubosidad y posición del sol en el horizonte), la claridad de las aguas (sedimentos y turbidez), su densidad, la temperatura, color de fondo y el entorno, y la profundidad a que estamos pescando.

Por ejemplo, un sol radiante o un cielo nublado, el amanecer o el atardecer son factores que dentro de una misma jornada de pesca harán variar, hacia el claro o el oscuro, la tonalidad del fondo de contraste, y en cierto modo están dictando el color de la mosca a elegir. Digamos que un pez está mirando hacia arriba y ligeramente hacia adelante, vigilando la superficie del río. Si el día está muy nublado verá al "espejo" de un plateado profundo y el color de un "streamer" que más contraste será el negro. Mientras que en un día soleado los colores son estimulados por la luz y una mosca multicolor tendrá el atractivo y el contraste necesarios.

Otro tanto ocurre con la profundidad a la cual pescamos, la falta gradual de luz -a medida que la mosca desciende- hace virar su color. En aguas claras lo que es naranja brillante en la superficie se torna amarronado si descendemos a cinco metros y gris oscuro a partir de los diez metros donde ya no llega la luz solar. Es decir, en la oscuridad todas las moscas son pardas y no importa su color.
El rojo, que junto con el amarillo, es el color más visible y privilegiado por los peces también pierde su tonalidad a medida que se profundiza. El agua, a partir del metro de espesor, actúa como un filtro progresivo para las vibraciones luminosas, de modo que a los tres metros las cosas comienzan a verse con una tonalidad azul/verdosa -tal como si en nuestro televisor suprimiéramos el rojo. El verde y el azul son, entonces, colores más permanentes pero -especialmente este último- poco usados en el diseño de las moscas. Algunos investigadores afirman que el verde es el color que menos aceptación tiene entre las truchas. Si el agua en que sumergimos a las moscas está ligeramente turbia o trae mucho material en suspensión, la profundidad a la que estos cambios de color ocurren varía drásticamente.

De modo que jamás esperemos que una trucha vea los colores de una ninfa igual a los que nosotros vemos cuando la tenemos en la mano. A menos que la estemos pescando, a un metro de profundidad, en aguas absolutamente transparentes y en un día radiante. Las truchas no poseen medios, como los que dispone el hombre, para protegerse de los rayos directos del sol, tales como párpados, pestañas, anteojos negros y sombreros de ala ancha.

Cuando miran hacia la luz su pupila se contrae -un modo de reducir la cantidad que penetra en su ojo- y en esas condiciones de oscuridad una mosca roja se verá negra. Por ese motivo, los peces están deslumbrados y molestos cuando existe excesiva claridad y prefieren refugiarse en la sombra que proyectan los árboles de la costa, los socavones de las orillas, las cuevas o cavidades de las rocas, entre los herbarios acuáticos de los ríos o ganar la profundidad del lago para escapar de este inconveniente.

...Todas estas cualidades -reconocidas por los pescadores deportivos de todo el mundo hace ya casi 600 años- la han convertido en un adversario difícil, codiciado y digno de ser desafiado...

Extracto de "La Magia de Pescar con Mosca"


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